
“Ciao Enrico”, dice el texto de una de las pancartas que se ven en el film “La gran ambición, un político que quiso cambiar Italia”, del director Samuele Rossi, que todavía puede verse en los Cinemes Maldà de Barcelona. Son las imágenes del multitudinario funeral de Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, el mayor partido comunista de Occidente.
¿Por qué encabezo así este comentario? Porque me ha hecho reflexionar sobre su significado ya que, en italiano, “Ciao” significa tanto “Hola” como “Adiós” y me parece que son las dos maneras de ver la película, en pasado y en presente.
Como dice Sergi Pàmies en su columna de La Vanguardia “El culo de hierro de Berlinguer”, la película narra un momento crucial en la vida de Enrico Berlinguer, cuando bajo el fuego cruzado de Washington y Moscú, intenta negociar con Aldo Moro la incorporación del PCI a un gobierno de unidad con la Democracia Cristiana. El llamado Compromesso Storico.
Todo se va al traste tras el secuestro de Aldo Moro cuado aparece asesinado en el maletero de un coche. ¿Qué cumulo de circunstancias o que hilos invisibles urdieron esta trama? Casi medio siglo después sigue sin esclarecerse.
El film conjuga el relato a partir de imágenes de archivo y de un ficcionado, magníficamente interpretado, con un guion que parece fruto de la transcripción de las grabaciones de los micrófonos que los servicios secretos italianos, la CIA o la red Gladio, habían instalado en el piso donde se reunían clandestinamente Aldo Moro y Berlinguer. O las del propio despacho de Berlinguer, que en una escena de la película pone música de opera para interferir en las posibles escuchas.
La película empieza con imágenes del golpe de estado en Chile que tuvo un gran impacto en Italia, no solo por la oleada de exiliados, si no por el intento fallido de la vía democrática al socialismo liderada por Salvador Allende. Llegué a Italia como refugiado político un año antes y como testigo de este periodo me he sentido partícipe de esta historia, no desde la nostalgia si no como uno de los millones de protagonistas del combate que se libraba en Italia por un proyecto democrático y progresista. Aunque quizás no éramos conscientes que estábamos cuestionando los equilibrios internacionales y el statu quo. Este es otro aspecto muy bien tratado en el guion: el grave accidente de Berlinguer en Sofia, el Congreso del PCUS en Moscú y los vetos de la OTAN a que los comunistas italianos entraran en el gobierno.
La llamada Strategia della Tensione acompaña la película con su presencia amenazadora en varias escenas de los atentados de Brescia, Génova, Bologna y las Brigadas Rojas. Una estrategia desestabilizadora que con ciertos paralelismos también sufrimos en la España de la transición. Ambas urdidas desde el “estado profundo” y que siguen sin esclarecerse.
Se agradecen los flashbacks de la película buceando en las raíces familiares sardas de Berlinguer que cincelaron una persona humilde, austera y comprometida, que encubría su sorna con seriedad.
Es un acierto haber introducido escenas que muestran como la política interfiere en la familia Berlinguer y como su compañera y sus hijos viven que el padre esté en la primera línea de la política.
Con los tiempos que corren son aleccionadoras las escenas de la vida de la militancia de aquel PCI, los mítines de Berlinguer en las fábricas, los encuentros en los barrios obreros y en las fiestas de l’Unità, como siente el pulso de la realidad y como conecta con los problemas y las inquietudes de la gente.
El gran acierto del PCI fue ser un partido de masas, un intelectual orgánico, un partido sociedad en el que desde el contacto humano se abordaba el debate político, el tiempo libre, la formación y la reivindicación. En fin, una sociedad alternativa dentro de la sociedad italiana. Como decía Togliatti “Donde haya un campanario debemos tener una sección del partido y una casa del pueblo”. Supongo que todo esto, bien reflejado en el film, nos dará que pensar en estos tiempos de sociedad liquida.
Autor: Carles Vallejo Calderón

