Article del darrer Catalunya Resistent, 113. Us animem a llegir el butlletí sencer, ple de memòria i valors democràtics.
Per Joana Conill de l’ACPEPF.
L’Oscar Ramírez és president del Comitè de Solidaritat amb els Presos Polítics de Colòmbia i la Joana Conill és sòcia de l’Associació Catalana de Persones Ex preses Polítiques del Franquisme i directora del documental de memòria “La cigüeña de Burgos”.
L’entrevista va tenir lloc a la seu del CSPP, en ple centre de Bogotà, el 26 d’agost de 2023. Una oportunitat emotiva i reflexiva per estrènyer vincles entre el CSPP i l’ACPEPF, ambdues al voltant del seu cinquantè aniversari.
En el marco de una gira de incidencia internacional, a tu paso por Barcelona en mayo, conociste nuestra asociación. Fruto de ese encuentro nace esta entrevista. ¿Cómo podemos empezar?
Puedo empezar por presentarme para que las personas de Catalunya me ubiquen. Soy Oscar Ramírez, integrante del Comité de Solidaridad con Presos Políticos. Soy voluntario desde el año 2015 y desde hace ocho años trabajo en el Comité de Solidaridad, y bueno, actualmente soy el presidente del Comité.
Las dos organizaciones tenemos alrededor de 50 años, en contextos aparentemente diferentes, Colombia y Catalunya. ¿Cómo les contarías a nuestros lectores y a personas que tal vez no conozcan tanto el contexto colombiano, que es el Comité de Solidaridad con Presos Políticos?
El Comité es una organización que surge en 1973, de alguna manera tiene dos relatos. Un relato más popular en el que varias personas, iniciativas de familiares, organizaciones sociales, sindicatos, se ponen de acuerdo para apoyar a personas privadas de la libertad por motivos políticos en un contexto de mucha represión en Colombia. Ese contexto se da en los años setenta, en la evidencia de estados de excepción en los cuales el gobierno de la época encarcelaba a todas las expresiones políticas; pero al mismo tiempo Colombia es un país atravesado por un conflicto armado que ya casi llega a los 60 años, entonces buena parte de los dirigentes sindicales, populares, integrantes de organizaciones campesinas, de organizaciones cívicas, eran encarcelados por motivos políticos. Se les acusaba de “asonada” o de rebelión, de conspirar para transformar el orden constitucional vigente. Esas iniciativas de familiares constituyeron el Comité de Solidaridad. Pero también hay un relato o mito fundacional, y es que existe una anécdota en la que el famoso Premio Nobel, Gabriel García Márquez, de literatura colombiana, había sido criticado porque había donado parte de un premio que él había ganado a una organización de solidaridad de otro país, y le habían dicho que porque no lo donaba también en Colombia, que también se necesitaba. Entonces ganó un premio internacional y dijo dónenlo al Comité de Derechos Humanos de Colombia. Y le dijeron, pero aquí no hay ningún Comité de Derechos Humanos. Entonces él dice, pues créenlo. Y ahí el Comité recibe los primeros fondos para constituirse.
Ya luego el Comité se va transformando con la historia de Colombia. Ahí era un escenario voluntario, no tan como hoy profesional en los derechos humanos con personas que están dedicadas al ciento por ciento, sino que eran voluntarios, personas movidas por unos niveles de solidaridad muy altos, de empatía con las personas que desarrollaban luchas sociales en la época, y que también estaba compuesto por intelectuales de izquierdas de su momento, artistas, personas integrantes del taller “4 Rojo”, que era un movimiento artístico que a través del arte y la cultura contrariaban el poder instituido y también denunciaban las violaciones de derechos humanos, los poetas, historiadores, abogados, familiares de presos políticos, etc. Todos ellos jugaron un papel importante en esa primera conformación del Comité de Solidaridad.
Entonces ese es el contexto, pero es una lucha contra el autoritarismo también. Yo cuando hablaba con los compañeros en Catalunya de la ACPEPF les decía que la lucha, aunque fuera en contextos muy distintos de dictadura, bueno aquí estábamos en un estado de excepción en un contexto de conflicto armado interno, pero también era la lucha contra el fascismo, contra el fascismo de Estado. La derecha colombiana, admiradora de Franco, de Hitler, Mussolini, colaboracionista con las dictaduras del cono sur, pues era una lucha también por la dignidad de los derechos humanos, por la libertad de las personas.
Nuestra asociación tiene 50 años, en estos 50 años ha hecho varios virajes; del apoyo a las personas presas a la reparación de las personas ex presas, y ahora memoria histórica y lucha por la verdad y la justicia. ¿Cuáles han sido vuestros cambios clave en vuestro recorrido de cincuenta años?
Casi que década a década Colombia ha tenido transformaciones. Empezamos con una lucha de solidaridad con presos políticos por ir a huelgas, sindicatos, líderes populares. Pero en Colombia se fue transformando el movimiento social y también el contexto político derivado del conflicto armado.
En los años setenta, hacia finales de los setenta, se desarrolló lo que se llamaba el Estatuto de Seguridad. Lo que hacía ese estatuto es que las personas pudieran ser detenidas por motivos peligrosistas si se sospechaba que esa persona tenía una ideología de izquierdas, y podía ser interrogada por militares, por una justicia militar, podían hacérsele los juicios verbales de guerra, y entonces ahí había toda una violación al debido proceso. Entonces se empezó a enfocar mucho en las violaciones al debido proceso. Y entonces, más allá de una lucha solidaria por llevarle el libro a la prisión y el periódico, de poder visitarlo, acompañarlo en las huelgas de hambre, etc., se pasó a defenderlo judicialmente; esta persona no cometió ningún delito, esta persona se rebeló contra el establecimiento pero no está cometiendo ningún delito. Y en el caso de aquellos que se habían rebelado contra el establecimiento y pertenecían a algún tipo de grupo insurgente, – porque hay que decirlo, en Colombia en los años de los finales de setenta y ochentas, la opción para gran parte del movimiento social era pertenecer a estos grupos más radicales, y curas, estudiantes, intelectuales conformaron estos grupos -, muchos de ellos cuando caían en combate eran sometidos a tortura para sacar ventaja militar, para que de alguna manera develaran donde estaban sus compañeros. Y la lucha del Comité se convirtió no solo en la lucha por la libertad de las personas, para que tuvieran una mejor reclusión, sino también para que no les torturaran.
Luego vienen los ochenta, donde el conflicto se empieza a agudizar. Empezamos a hacer denuncias sobre los métodos de represión. El Comité edita un libro muy importante en la historia de los derechos humanos, que se llama “El libro negro de la represión”, donde hace toda una recopilación de la represión desde el Frente Nacional hasta la época y la muestra con un nivel de sistematicidad. Eso hace que el Comité pase no solo a ser solidario con los presos y a pelear en los juzgados, sino que pasa a producir información. Y empieza a contrariar el relato estatal que dice, aquí no se violan derechos humanos, Colombia es una democracia. Pues se pone en cuestión esa democracia. Al punto que en los años ochenta se generan los primeros informes de tortura, con ayuda de Amnistía Internacional, se genera un peritaje de carácter científico con un caso que el Comité acompaña, de los estudiantes de la Universidad Nacional que son torturados. El presidente de la época dice, eso en Colombia no existe, vengan Amnistía Internacional y verifique. Y vienen, y con ayuda de medicina legal pues establecen que sí existe. Y se genera un gran escándalo en el que el presidente acusa a Amnistía Internacional, y dice que son ONG al servicio de la insurgencia.
Entonces el Comité se fue transformando. Luego vienen todas las dinámicas del conflicto, la guerra tiene diferentes etapas. Una etapa en la que las insurgencias empiezan a hacerse muy fuertes, hacia finales de los ochenta. Había algunas insurgencias que en los ochenta negocian sus procesos de paz, el Comité de Solidaridad acompaña los procesos de paz y entiende que la lucha por la paz también es una lucha por la libertad de las personas privadas de la libertad. Porque en los procesos de paz se dan las amnistías y los indultos. Y que los procesos de paz abren la discusión a procesos estructurales en el país que permiten el respeto de los derechos humanos. Entonces en los noventa se da esa discusión pero, lastimosamente, en los noventa también se incrementa el fenómeno paramilitar. Y empieza la guerra sucia contra el movimiento social. Entonces el Comité una vez más empieza a acompañar a víctimas del paramilitarismo, a denunciar la incursión paramilitar en las distintas zonas del país. Y eso hace que muchas personas del Comité de Solidaridad sean desaparecidas, sean asesinadas o sean desplazadas.
En los años dosmiles, cuando se crean estos bloques paramilitares, muchas personas salen desplazadas de sus zonas o exiliadas fuera de Colombia. Ahí el Comité empezó una lucha contra el paramilitarismo, ya no solamente era la cárcel, la libertad, los tribunales, sino combatir contra un enemigo que tenía una estructura armada paralela al Estado que se encargaba de su trabajo sucio. Y ya luego viene la época de los dosmil diez, más o menos, empieza un escenario del conflicto muy fuerte en Colombia. Y los escenarios de pedir medidas humanitarias y de luchar por un sistema carcelario más humano empiezan a cobrar vigencia, porque hay una gran cantidad de personas presas. Porque llega el gobierno de Álvaro Uribe y el gobierno de los Estados Unidos inicia su lucha contra el terrorismo y el narcotráfico y aquí empieza a haber mucha violencia. El Estado Colombiano empieza a bombardear los campos, entonces empezamos a pedir medidas humanitarias. Pero al mismo tiempo los EEUU asesoran la construcción de mega cárceles, similares a las cárceles del muro federal de prisiones norteamericano; y aquí se crea el modelo Heron, modelos carcelarios más violatorios de la dignidad humana. Y empieza a haber una gran disputa entre paramilitares e insurgentes, y al mismo tiempo a crearse estas grandes cárceles de máxima seguridad. Y entonces el Comité de Solidaridad empieza a enfocarse en pelear contra estas cárceles.
Y ya luego viene la época del dosmil diez hasta el dosmil veinte digamos, donde hay un ascenso de la lucha social y popular en Colombia porque los grupos paramilitares empiezan a neutralizarse, o a desmovilizarse, o a tener variaciones; ya no son un grupo unificado y centralizado, porque se acogen a una ley que se llama la Ley de justicia y paz, donde los bloques paramilitares se desmovilizan a cambio de unas penas alternativas. Pero el expresidente Alvaro Uribe los traiciona y traslada la cúpula de los paramilitares, la extradita, a los EEUU y aquí quedan las bases, los mandos medios. Algunos se reinsertan en la sociedad y otros siguen la delincuencia, lo que nosotros llamamos los grupos sucesores del paramilitarismo, pero en aquella época les llamaban las “band crime”, las bandas criminales. El gobierno les llamaba bandas criminales para quitarles el componente de paramilitares, para desligarse de la relación que tenían. Pero siguen teniendo una relación y una cooptación. Pero entonces viene una época en la que un poco esos grupos se desvertebran y empieza a ascender la lucha popular en las calles. Viene el 2007, el 2010, vienen los paros estudiantiles universitarios. Y el Comité de Solidaridad empieza a ver que este tema de la movilización social, que siempre había acompañado a las protestas, debe hacerse de manera mucho más continua. Y empezamos a crear una iniciativa por allá por el año 2013, en el marco de lo que se llama el Paro Agrario, llamada la campaña “Defender la libertad, un asunto de todas”, que es una red de organizaciones que acompaña las protestas. Entonces ya no solo se trataba de las cárceles, ya no solo se trataba del conflicto armado, sino también de acompañar a las personas en la defensa de sus derechos civiles y políticos en las calles. Y empezamos así a construir esta red que es muy importante.
Y en el año 2016 se firma el acuerdo de paz con las FARC. Y empieza un proceso muy importante en esa década de defensa de la paz. La paz como forma de terminar el conflicto armado y político, la paz como forma de liberar a los presos políticos, la paz como forma de proteger al campo, la paz como una posibilidad de defender los derechos humanos sin que se asesinen a los defensores. Porque el asesinato de defensores de derechos humanos en Colombia es una de las cosas más espeluznantes que puede haber. Entonces empezamos con esa lucha en esa década y nos tiene en la actualidad. Entonces ese ascenso social, esa lucha por la vida de los defensores de los derechos humanos y por la defensa de los mismos, nos trae del año 2020 al 2023, que es nuestra actualidad. Pasamos por una pandemia donde luchamos contra el autoritarismo sanitario y el derecho a movilizarse. Ocurren tres estallidos sociales, el del 2019, el del 2020 y el del 2023, y el Comité de Solidaridad tiene un gran protagonismo acompañando las protestas. Hasta el punto que el año 2020 gana el premio nacional de derechos humanos y en el año 2021 la campaña “Defender la libertad, un asunto de todas”, una iniciativa acompañada por nosotros, gana el premio nacional de derechos humanos por su acompañamiento a las protestas del Paro Nacional del 2021.
Entonces el comité ha ido mutando. Hoy tiene un equipo que ya no es solamente de voluntarios, nosotros tenemos un gran cuerpo de voluntarios, en seis ciudades de Colombia, en seis oficinas regionales. Los voluntarios tienen asambleas anuales que definen la política del comité. Tiene también un equipo de trabajo que se dedica a cosas para las que se requiere un nivel de profesionalismo; la atención psicosocial deben hacerla los psicólogos avalados con tarjeta profesional por el Colegio de psicólogos, hay una área psicosocial; los abogados que defienden a personas privadas de la libertad o representan víctimas deben ser titulados, hay una área jurídica. Como se vino el tema de la paz el año 2016 y se crea un sistema de justicia transicional, nosotros creamos un equipo de justicia transicional, que se encarga de representar a las víctimas de ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, y se encargó de producir informes en clave de memoria para la Comisión de la Verdad que permitieran esclarecer las violaciones de derechos humanos cometidas en el contexto el conflicto armado. El comité tiene cincuenta años y el conflicto sesenta. O por lo menos el conflicto más reciente, Colombia ha tenido once guerras civiles más su conflicto armado interno. Es un país que algunos dirían que se hizo a tiros. Entonces este grupo surge, pero al mismo tiempo hubo un gran asesinato de líderes sociales. Por eso se creó el programa de garantías para la paz, que son defensores que asesoran a personas defensoras de derechos humanos y líderes para aplicar rutas de protección, que brinda el estado, y rutas de autoprotección, generando talleres de protección. Hay también un área de trabajo histórica que aún sigue vigente que es el área de cárceles, voluntarios que van a las cárceles, visitan presos políticos. Pero que también luchan contra un sistema penitenciario muy fuerte y tratan de cambiar la política criminal y penitenciaria, porque no solo es la cárcel como estructura sino las políticas que la hacen.
El comité se transformó con la política de Colombia.
La asociación catalana de personas expresas políticas del franquismo mayormente está constituida por víctimas y familiares, y como tal el tema de la justicia es algo que está muy presente y es motivo de reflexión permanente. Dado que vuestra conformación es un tanto distinta, parte importante de vuestro comité está constituida por abogadas y abogados, me gustaría preguntarte cuál es vuestra idea de justicia.
La idea de justicia es una pregunta muy filosófica y difícil de resolver. Nosotros tenemos el marco de la justicia transicional, pero no necesariamente responde a una sed de justicia particular de las víctimas. Yo podría ver la justicia desde muchísimos marcos. Desde el marco de la víctima que sufrió el conflicto armado, hay víctimas que dicen, mi justicia es que no vuelva a ocurrir lo que a mí me ocurrió, independientemente de que alguien pueda tener un beneficio judicial. Hay otros que dicen, no, lo importante es que se haga justicia social, que esa justicia social es la que nos permite a nosotros cerrar el conflicto. Hay otras que dicen, bueno justicia social pero los victimarios deben pagar.
Entonces la justicia para el comité de solidaridad es un debate complejo, permanente, transformador. Porque responde a los criterios, valores, éticos, políticos, del momento. En algún momento en Colombia rebelarse era justicia, rebelarse contra el orden injusto era justicia. En este momento justicia puede ser reconciliarse, y no una reconciliación obligada, sino encontrar ese camino. Eso puede ser lo justo con los que sufrieron durante cincuenta años. Entonces es muy complejo, me pone en una situación difícil. Ya tal vez más filosóficamente hablando, podríamos hablar de los motivos de la justicia, la redistribución. Es justo lo que hacemos y según que parámetro ético podríamos considerar justo lo que se hace, pero ya se pone uno académico y aburrido.
Lo que puede ser verdad y lo que puede ser justicia desde el punto de vista formal; desde el punto de vista formal los procesos judiciales pueden brindar un nivel de justicia, si se quiere, en torno a generar algún tipo de satisfacción con la justicia formal. Pero los procesos de verdad van más allá, los procesos de verdad implican que uno pueda comprender que fue lo que ocurrió, que papel se jugó dentro de ese tipo de conflicto. A nosotros no nos gusta eso que se dice que la verdad es compleja y que todos somos víctimas y victimarios al mismo tiempo, cuando hay victimarios claramente definidos y donde hay víctimas claramente definidas.
Yo creo que el tema de memoria es fundamental. Porque muchas veces la justicia se queda corta, porque tenemos una visión de justicia formal en la que los estrados judiciales definen. Pero la verdad va más allá, la verdad permite que las personas no repitan los hechos, la verdad permite que las personas moral y políticamente sepan que eso pasó, y como pasó es posible que vuelva a pasar. Parte del éxito del fascismo y del nacionalsocialismo alemán, dice Primo Levi, es que la gente no pudiera contar lo que vivió a pesar de estar viva. No poderla contar, y no poder contar, y no poder decir esto ocurrió de esta manera, ese es el gran éxito del blanqueamiento y de borrar la memoria de las personas que están allí. Así el día de mañana nadie les diga que no lo deben decir, o la autocensura, porque para qué revivimos las heridas. Y es muy complicado. Creo que los escenarios de memoria colectiva donde se hable sin tapujos de que fue lo que ocurrió son los más importantes para que no vuelva a ocurrir lo que ya ocurrió de una vez. Porque si no es muy probable que vuelva a ocurrir. Si tú no sabes que pasó vas a volver a repetirlo.
Nuestra organización tiene un gran reto por delante, el del relevo, pues nuestra media de edad es bastante elevada. Y, como muchas asociaciones memorialistas del Estado Español, está suscrita al término antifascismo y fascismo. Y tal vez es una dialéctica que la gente de veinte años no maneja tanto, de pronto habría que revisitar el concepto fascismo y ver cómo se articula ahora. ¿Qué consejo nos darías para afrontar este reto que tenemos por delante de hacer que las nuevas generaciones sientan que es también su lucha?
Yo pertenezco a frutos de un debate similar. El Comité de solidaridad es una organización de hace cincuenta años, su nombre dice Comité de solidaridad con presos políticos. Y en principio, pareciera que su nombre es una camisa de fuerza. Lo primero que hay que pensar es que nuestro nombre no es una camisa de fuerza, nosotros trabajamos con protestas, con líderes, con cárceles, con justicia transicional, con víctimas de despojo, personas desaparecidas, etc. Es decir, nuestro nombre no debe ser nuestra cárcel, es decir, nuestra identidad es muy importante pero nuestra identidad no puede ser una cárcel. Y nuestras identidades se van transformando, ¿por qué digo que se van transformando? El discurso de la lucha contra el fascismo no es un discurso acabado, es un discurso que hoy es importante. Los nuevos fascismos están en ascenso en Europa, se disfrazan de izquierdas, se disfrazan de antiimperialismo, y están en todos lados, en América Latina los vemos. Creo que hay que renovar nuestros discursos sin que nuestro nombre sea una camisa de fuerza. Es decir, sin que las personas apelen a la identidad para no dar esos debates. Hay que ir allí. Eso primer consejo, nuestro nombre no debe ser una camisa de fuerza, es nuestra identidad, la debemos respetar, pero hoy tenemos unos nuevos retos.
La lucha contra el fascismo hoy tiene unos nuevos retos. Creo que hay que abrirse a nuevos formatos de memoria, el mundo hoy es un mundo digital, es un mundo que de alguna manera está cambiando con la fugacidad que antes tal vez no. Los procesos hoy, sociales y políticos, en un momento parecieran tener un gran desarrollo y luego dices, como todas las movilizaciones de tal año, hoy ya no significan nada. Creo que saberse relacionar con esa fugacidad, sin meterse en esa fugacidad, pero saberse relacionar con ella es muy importante. Saberla leer, como el que surfea en el mar que sabe leer cuando la ola viene para montarse en ella y cuando está calmado para no desgastarse. Más o menos eso creo que uno debería aprender. Y lo digo porque yo soy fruto de eso, o sea, yo soy de las personas de los últimos ocho años del Comité de solidaridad. Cuando yo ingresé uno ve a los personajes históricos, personas que llevan cuarenta años, treinta años en la lucha, y que han hecho todo como siempre lo han hecho. Y a veces las discusiones están en el tal vez yo quiero hacer esto de una forma diferente. Y es como yo comprendo que mi lucha es la lucha de ellos, yo estoy parado sobre sus hombros, y aprendí de ellos pero también puedo hacer otras cosas en este nuevo contexto.
Entonces, hay que leer esa nueva realidad. Yo creo que Catalunya, y en general Europa, con el ascenso de los nuevos fascismos, de las derechas, deben volver a cosas importantes. Como hablarle a la gente excluida, no a las élites universitarias, que son las que más pueden hablarte con erudición del fascismo, pero que no lo viven. Y que dejan las luchas cuando no están ante las expectativas de ellos y de su realización personal. Yo creo que hay que hablarle a las bases, a la gente que vive el autoritarismo, a la gente que vive el verdadero fascismo. Claro, a los universitarios bienvenidos a la lucha, a los eruditos bienvenidos a la lucha, pero hay un montón de gente que se está quedando de lado. Y esa gente consume Tik Tok, Instagram, consume todas estas cosas y ahí es donde si la derecha y el fascismo nos están ganando.
Entonces yo creo que asociaciones tan importantes como la Asociación catalana de personas expresas políticas del franquismo tienen mucho que decir sobre la libertad, sobre luchar contra injusticias, sobre luchar por las personas que han sido excluidas por un modelo democrático injusto, pero hay que buscar los nuevos escenarios. Y tal vez a veces buscar que uno mismo no se convierta en la cárcel. Porque uno a veces no quiere salir y como que se frena, y dice, no pero esto ya no es lo que hacemos.
Espero les sea útil, y claro, nosotros también aprendemos de ustedes. Yo le decía a Carles, vuestro presidente, que para mí era muy bonito escucharlo porque yo sentía conexiones con lo que decía. Es decir, que las luchas que él desarrolló allá yo las escuchaba de mis compañeros. Buscar a un compañero en la noche en la comisaría lo hemos hecho aquí, saber que ese que está allá es tu compañero pero no le puedes saludar porque lo puedes poner en evidencia lo hemos vivido aquí. Las dinámicas de la represión en los países son diferentes pero muchas veces tienen las mismas finalidades, ¿no? Y siento que sí que tenemos muchas coincidencias. Entonces era muy interesante escucharle, en el tema de memoria me parecía súper interesante tenían cosas súper chéveres que reivindicaban la lucha antifascista durante muchos años y que para nosotros es inspirador. A veces no necesitas meterte en las luchas y ser el protagonista de ellas sino inspirarlas, eso también es muy importante. Y creo que eso también es otro papel que juegan.
Estamos hablando de luchas de largo plazo, de luchas con historias de esperanza y con historias duras y difíciles, ¿a nivel personal y colectivo que os alienta a tirar adelante?, ¿cómo afrontas estas durezas que a momentos aparecen?
El tema de afrontar los momentos duros yo creo que a nivel colectivo es mejor siempre, yo creo que la política no es posible si no es colectiva, sin un escenario colectivo, o comunitario si se quiere. Siempre creo que hay que buscarle salidas colectivas, en conjunto, a las situaciones. Momentos duros, pues claro, uno ha vivido, y siempre buscamos, tratamos, como de apelar a las raíces, a las inspiraciones. Y a pensar en que los momentos duros no siempre van a durar para siempre, es decir, que hay una posibilidad de que pasen, más allá en el futuro, o mediano, largo plazo. Y que uno se está preparando para ello, en que hay momentos en que uno resiste, en que uno avanza, puede retroceder pero sabe que ese retroceso no es eterno y que uno siempre ha de buscar las mejores formas de transformar las cosas. Creo que esa potencia creativa, colectiva, es la que hace que uno quiera seguir adelante. Muchas veces nos cansamos, muchas, hay días de estar trabajando mucho. Recuerdo que llevábamos tres meses de paro y seguíamos viendo muertos, y decíamos, de que está sirviendo lo que estamos haciendo, pero pensamos, esto tiene que acabar, estamos logrando cosas, hay que buscar salidas colectivas. Y eso lo mantiene a uno digamos como adelante. Siempre está la posibilidad de transformar las cosas, y yo pienso que la política es el terreno de lo impredecible, y de lo espontaneo. Es decir, la política siempre hace que todas las encuestas, todas las predicciones se rompan, y eso es lo que, yo soy lector de Hannah Arendt y ella habla de un acontecimiento, casi que de un milagro, y la política es de milagros. Nadie se imaginaba que el movimiento social y popular en Colombia fuera a tener el estallido y el desarrollo que tuvo en el año 2021. Nadie se imaginaba que eso se fuera a transformar en la canalización de Gobierno. Podemos tener también tristezas, es decir, que las cosas no salgan como queremos, eso también. A veces yo soy un pesimista, a pesar de que parezca muy optimista, veo las cosas siempre trato de verlas de qué puede salir mal, pero que puedo hacer para que no sea tan malo. Entonces creo que la posibilidad de cambiar las cosas, y que la política es el terreno de lo imprevisible, ayuda a pensar en que no todo está dicho, no siempre el cuervo está amarrado, hay posibilidades de hacer.
Y para terminar, en la distancia fue un gran vendaval de esperanza ver la victoria de la izquierda en Colombia, ¿podrías contarnos que está suponiendo el gobierno del Pacto Histórico con Gustavo Petro de presidente?
Cuando estaba allá, en Barcelona, era precisamente el momento en que VOX había tomado varias alcaldías en las elecciones municipales y habían anunciado nuevas elecciones presidenciales. Para nosotros es importante ver lo que pasó. Y sí nos hacía pensar cosas. Yo decía, la experiencia de ustedes para nosotros es muy importante por una cuestión, ¿cómo es posible que logre la derecha, en algún momento, capitalizar y mostrar como enemigos del pueblo a personas que están hablando de los derechos de las personas, a alguien que está discutiendo por los derechos de la mujer la presenta como enemiga de las mujeres? Y eso nos hacía pensar a nosotros también en que cuando asciende Gustavo Petro al gobierno formal, pues no se transforman las estructuras del poder inmediatamente. Es una oportunidad, una posibilidad, y una posibilidad siempre va a favorecer a quien tenga la capacidad de capitalizar. Es decir, quien tenga la capacidad de mover, de torcerle el cuello al sistema cuando se presenta una oportunidad, la audacia de lograr eso. Petro es un tipo audaz, juega con los símbolos y su llegada al poder creo que llenó de esperanzas a muchos. Lastimosamente creo que a un año muchos ya se están desencantando, creo que se crearon unas altísimas expectativas. Pero era previsible que no fuese tan fácil. Es decir, Colombia ha construido su sistema legal, político, sus medios de comunicación y culturalmente, para no cambiar. Existe un hartazgo en la sociedad en general, pero cambiar las estructuras de poder a través de leyes en el Congreso es muy difícil, porque tienes un Congreso con un sistema jurídico completamente cerrado. Pero además tienes un Congreso que puede fácilmente bloquearte la ley. Tienes unos medios de comunicación que están difundiendo mentiras o verdades a medias. Y al mismo tiempo, tu movimiento social es un movimiento social difuso.
Una cosa que también muestran las elecciones en el Estado Español y que me ratifica mi lectura sobre Colombia es que es importante volver a tener bases populares organizadas que potencien los escenarios políticos. Quienes capitalizan como el PP y el PSOE las elecciones tienen estructuras de partido y representación de bases sociales. Nosotros vivimos las épocas del 15M, de los movimientos sociales, el movimiento social sin estructura, la horizontalidad, pero también muchas veces muy gaseoso, muy difuso y sin elementos de democracia interna clara. Y en Colombia el Pacto Histórico replica eso, no tiene elementos claros de democracia interna, no tiene escenarios de definición y a pesar de que tenemos un presidente y una vicepresidente y algunos representantes del gobierno que reflejan a su pueblo, la verdad es que gran parte del pueblo se ve reflejado en ellos pero no en otros sectores que están en el gobierno. Si tuviésemos mayor nivel de organización y un mayor movimiento con raíces organizadas tal vez hoy la historia sería diferente, podríamos defender las reformas en el Congreso y en las calles de una manera distinta. Creo que el gobierno de Gustavo Petro es una posibilidad y va a durar hasta donde la podamos aprovechar. Puede ser una posibilidad de potenciar las luchas sociales, es decir, en cuatro años tal vez cambie el gobierno de Gustavo Petro, pero ya han sentado unas luchas que no sean fáciles de transformar para la derecha. Y que nosotros, si el gobierno de Gustavo Petro lo permite, tener un pueblo que se ha empezado a organizar y a generar procesos organizativos. Su gobierno ha tenido cosas muy interesantes, ha generado una cumbre campesina, una reunión de buena parte de los sectores campesinos, una cumbre cocalera, van a haber otras cumbres, su plan de desarrollo se hizo tratando de tener diálogos abiertos, una especie de asambleas populares. Lastimosamente tuvo dificultades, porque no tenía buen método de recolección de los resultados de las discusiones, no era fácil llevar las expectativas de estas asambleas populares, por decirlo de alguna manera, se llamaban los diálogos vinculantes para construir el plan de desarrollo, no era fácil traducirlos en un documento. Pero creo que es un cambio. Vendrán todos los temas difíciles de cambiar, redistribución de la riqueza, sociales, pero allá van las primeras reformas que ya se hizo, reforma de la salud, reforma laboral, reforma educativa; luego vendrán reformas de carácter democrático, que tienen que ver con garantías a la protesta, reforma electoral, y hay otras que tienen que ver con el sector defensa, que aquí es muy complejo, y reforma policial, en los que hay agridulces porque hay cosas interesantes y otras que son preocupantes. Las fuerzas militares en Colombia son un sector real de poder que no necesitan estar en el poder para tener poder. Vamos a ver si Gustavo Petro tiene la legitimidad para poder lograr esas transformaciones. Y su ambición más grande, que es la paz total con todos los grupos, que tiene dificultades de método y jurídicas en establecer y esclarecer quienes son los responsables de construir estos grupos paramilitares y estas economías ilegales, desde el estado y desde sectores privados económicos muy fuertes. Y como estas organizaciones al aplicar los sistemas de justicia pues van a decir la verdad, que incentivos tienen para hacerlo. Es todo un reto. Si logra desmovilizar una parte de esas fuerzas ilegales y hacer acuerdos de paz con fuerzas insurgentes como el ELN y la Segunda Marquetalia, y una zona gris compleja de manejar que son algunos grupos de disidencia de las FARC, – que tienen dinámicas insurgentes, pero también tienen dinámicas del control cocalero que no son tan fáciles de caracterizar. Entonces los retos de Gustavo Petro son muy grandes pero hay personas verdaderamente interesadas en afrontarlos.
Muchísimas gracias.