Ayer a media tarde, supimos que había muerto Almudena Grandes y el corazón se nos heló de golpe.
Sabíamos de su enfermedad, pero esperábamos que su cálido corazón de escritora, que nos había hecho conectar tantas veces con nuestra memoria histórica, acompañada, además, de la complejidad que sólo nos puede regalar la buena literatura, le permitiría ver publicada la última novela de sus Episodios de una guerra interminable y continuar escribiendo sus artículos, tan necesarios, y muchas más novelas.
«Si hay un acto de amor, es la memoria», dejó escrito Montserrat Roig. Y, porque te queremos, Almudena, queremos decir hoy que toda la memoria que nos has regalado convertida en literatura, ahora será también, siempre, memoria de ti. Que, leyéndote, continuaremos sintiendo el dolor provocado por las delaciones de los quintacolumnistas y el de las familias republicadas rotas por el exilio y las confiscaciones de sus bienes que acompañaron, tantas veces y tan a menudo olvidadas, la victoria de los golpistas. Y se nos helará de nuevo el corazón. Que continuaremos paseando a través de tus palabras por unas calles de Toulouse repletas de exiliados españoles y volveremos a entrar en el Valle de Arán de la mano de Inés y sentiremos su alegría defraudada porque la ayuda de las potencias aliadas para acabar con la dictadura nunca llegó. Que, a través de la mirada de un niño que leía a Julio Verne, continuaremos recordando la lucha de los maquis y los silencios de un guardia civil y de su mujer que tenían una historia que esconder, como tantas otras persones en aquellos años. Que pasaremos hambre en Madrid y volveremos a Cuelgamuros de la mano de Manolita para recordar siempre que, desde el primer momento, la resistencia antifranquista estuvo intentando que esa terrible dictadura no tuviera ni un minuto de tranquilidad. Que sufriremos con el exilio interior del doctor García y también con el de psiquiatras y auxiliares que, con horror, vieron cómo se robaban bebés de las internadas en los psiquiátricos. Y tantas otras historias que nos han regalado tanta memoria y tanto saber, los tuyos.
Quedamos a la espera de conocer cómo nos acercas con tu prosa a los «topos» y a la emigración interior. Y siempre echaremos de menos la lectura de tus artículos y escuchar de nuevo tu voz. Descansa en paz.
Junta Directiva de l’ACEPF